Estaba viendo la inauguración de los Juegos Olímpicos de Invierno. La estaba disfrutando mucho, recordé mi amor y agradecimiento a los antiguos griegos, al Barón Pierre de Cubertain, lo hermoso que es que compitan los hombres y las naciones bajo un ideal: el ideal olímpico…
Y entonces vino la bofetada de la realidad: todo eso es por dinero, no por promover la hermandad entre pueblos. Recordé de golpe todo lo que los andromedanos han revelado sobre nuestro pasado, recordé lo que han escrito David Icke, Alex Jones y otros. Recordé el documental Zeitgeist y lo que ha dicho Alex Collier: ¿por qué no podemos vivir en paz? ¿Por qué debe haber unas cuantas familias ricas y otros sobrevivir en condiciones espantosas, como nuestros hermanos haitianos en estos momentos, o las familias que han perdido su patrimonio de muchos años en varios sitios de la Ciudad de México por culpa de unos petrimetres con un poco de poder? ¿Por qué no unirnos todos y cambiar nuestra realidad? ¿Por qué hay tanta gente que no quiere abrir los ojos?
Lo confieso: hace muchos, muchos años no lloraba con tanta amargura.
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